Si bien el proyecto de modernización urbana venezolana ha sido producto en gran medida del impacto petrolero, no sería hasta las décadas de 1940 y 1950 que las multinacionales petroleras construirían sus edificios-sede en Caracas. Esta decisión indicaría un sesgo temporal y programático en la actuación de dichas empresas en el territorio. Tras casi cuarenta años de presencia, sustentados en un esquema de ocupación nómada, altamente utilitario, de pronto incidían en el paisaje urbano a través de edificios que serían la imagen legible de lo que hemos denominado Distritos Petroleros, enmarcando así los diversos sectores en los que se fueron desenvolviendo, bajo una condición urbana particular, intereses, servicios, dinámicas y residencias asociados a dichas petroleras, teniendo a dichas sedes como núcleos de centralidad.
Presencia de las compañías petroleras en Caracas 1920-1940
Las compañías petroleras Shell, británico-holandesa, y Standard Oil, estadounidense, cuya importancia en el país creció a partir de la década de 1920, basaron su actividad en una política de extracción y exportación, sin ningún tipo de arraigo, que se correspondía perfectamente con la fundación de campamentos petroleros (Fig. 1), en los que desarrollaron paisajes y estándares de vida muy distintos a los existentes en el país. Sin embargo, su presencia en la capital fue discreta. La sede de la Shell, por ejemplo, ubicada en la esquina de Mijares, no representaba sino una división más de la compañía. Las oficinas de la Standard Oil se ubicaron hasta 1928 en la sede de la West Indian Oil Company, entre las esquinas de Marrón y Cují. Ese mismo año se trasladaron a la llamada “Casa del Príncipe”, en la Plaza España (Fig. 2). Para 1929 Venezuela era el mayor exportador de petróleo en el mundo y en 1932 la Standard Oil se convirtió en la mayor empresa petrolera de Venezuela. Ese año se mudó a una casa ubicada entre Veroes y Jesuitas, que fue ampliada al año con la adquisición de la casa vecina. Allí permaneció la Standard hasta 1940, cuando dicha casa se convirtió en la sede del Banco Central de Venezuela.
Así pues, para la época del gobierno de Eleazar López Contreras, las oficinas de la Standard Oil habían tenido varias sedes, y todas ellas, al igual que las de la Shell, se ubicaban en el centro de Caracas, lugar de las actividades financieras y comerciales de la ciudad.
Decisión de edificar las sedes de las compañías petroleras en Caracas 1940-1945
En la década de los 40 se promovió un cambio en las relaciones de las petroleras con el país. Como marco fundamental de dicho cambio hay que destacar la Ley de Hidrocarburos de 1943. Dicha Ley fue posible gracias a la coyuntura de la guerra y se convirtió en un hito de la transformación de Venezuela en una nación petrolera y, como ha remarcado Fernando Coronil, confirmó el papel dual del Estado “como poder soberano y como terrateniente”. Como requerimiento especial de la Ley, se dispuso que el diez por ciento del petróleo extraído de las nuevas concesiones debía ser refinado en el país. Igualmente, es pertinente señalar la relación que Estados Unidos y Venezuela sostuvieron a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, dada la condición del país como principal surtidor durante el conflicto, así como la “Política del Buen Vecino” de Roosevelt. También resulta clave para entender los procesos del momento la nacionalización del petróleo llevada a cabo en México y Bolivia.
Este conjunto de hechos obligó a las principales compañías petroleras tanto a construir refinerías en el territorio venezolano como a edificar sus sedes principales en Caracas, cambiando la tradicional política de adquisición o alquiler de edificaciones en el centro de la ciudad. La Creole inauguró la Refinería de Amuay en 1950, y la Shell la de Cardón en 1949. En cuanto a las sedes, en 1940 ya la Standard Oil había comenzado un proceso de división en distintas sedes: una parte de la compañía se mudó al edificio Zingg, el resto se ubicó en una casa situada entre las esquinas de Cuartel Viejo y Pineda. En 1943 tomó la decisión de consolidar todos sus intereses en Venezuela en una sola compañía: la Creole Petroleum Corporation. Esta decisión conllevó a centralizar las oficinas en una sola sede. Igualmente, la Shell decidió hacia 1945 centralizar la dirección de la empresa en Caracas, lo que implicó, por supuesto, la construcción de un edificio digno de tal propósito.
Distritos Petroleros en Caracas
Tal como ha señalado Lorenzo González Casas, “un nuevo estrato de modernidad apareció en Caracas a mediados del siglo XX. Tres procesos contribuyeron de manera decisiva a la conformación de dicho estrato: la profunda transformación de la estructura social urbana, la voluntad de creación de un medio físico nuevo y una amnesia histórica generalizada”. Como hemos señalado en otro artículo, el petróleo proveyó mucho más que divisas a Venezuela; proveyó los medios para “intentar” alcanzar la modernidad.
El concepto de Distrito Petrolero permite visualizar las diversas zonas de la ciudad en las que se fueron desenvolviendo los intereses y las dinámicas asociados a las petroleras, fundamentados sobre una matriz física e ideacional común y un “estilo de vida” nuevo, cuyo correlato fue la irrupción de procesos de segregación espacial y urbana, identificables con la noción de “campamento” y de suburbio, y con criterios de representación opuestos a una “otredad”, anacrónica, que no conjugaba con el afán “modernizador” de dichos Distritos. Estos “Distritos” fueron trasladándose en el mapa de la ciudad a medida que se iban mudando las corporaciones petroleras, pero todos ellos compartieron un imaginario común de “intensificación de la modernidad” sustentado en un singular nivel de equipamiento y servicios respecto a otros territorios urbanos. Se caracterizaron también por una forma de ocupación que planteaba la reunión del trabajo y la residencia en un mismo territorio, “replicando” en este sentido la experiencia de los campamentos petroleros.
La Candelaria y San Bernardino petroleros
En un artículo de prensa de 1998, Ibsen Martínez rememoraba el tiempo en el que La Candelaria estaba en el centro de lo que él llamaba “el circuito petrolero caraqueño”. Y, en efecto, constituye La Candelaria el primer “Distrito Petrolero” de Caracas, entendiendo éste como el comprendido entre el Hotel Ávila, según Martínez “confín norte del circuito petrolero caraqueño”, y la plaza Morelos de Los Caobos (Fig. 3). Nodo fundamental de este distrito fue la presencia de la Embajada de Estados Unidos en San Bernardino (Fig. 4). Ocupaba el edificio Valderrey (1948), obra del ingeniero Emilio Solórzano Yánez. Y es que podemos trasladar a la idea de Distrito Petrolero la noción del “radio” de disposición en el que debían situarse las residencias de los empleados de la embajada. Residencia y trabajo reunidos.
La Creole construyó en 1944, en la Plaza Mohedano, su primer edificio-sede en Venezuela, introduciendo la noción de “trabajo corporativo” (Fig. 5). Dicho edificio, se ubicó en el lugar en que hoy se encuentra el Hotel Alba (antiguo Hotel Caracas Hilton). La Plaza Mohedano era una redoma en Los Caobos, alrededor de la cual se ubicaban en forma radial diversos edificios relevantes como la Escuela Experimental Venezuela y el Jai Alai (sobre el que se edificó la sede de la Creole), encontrándose un poco más al este los Museos de Bellas Artes y Ciencias. A partir de 1953 se llamará Plaza Morelos debido a la estatua allí colocada. Pero, a pesar de las dimensiones del edificio, las nuevas oficinas resultaron insuficientes y la compañía se vio obligada a rentar varias edificaciones en la zona: las quintas La Caraqueña, Margot, Ocho y la de la Clínica, así como los edificios San Luis Rey y Esso, originalmente diseñado para ser el Hotel Los Caobos. Esso, por cierto, es un acrónimo de Standard Oil: S. O.
En tanto, la Shell contrató a Badgeley & Bradbury, una compañía de arquitectura de Nueva York, para la elaboración del proyecto de su edificio sede. El sector elegido fue San Bernardino, la primera urbanización yuxtapuesta al centro de la ciudad con un esquema de ocupación territorial diametralmente opuesto a éste, de ejes y nodos estrellados, pero contando también con modelos de habitación aislada, suburbanos. La construcción tomó más tiempo del pensado. En la inauguración del edificio, en 1950, W. L. Forster, gerente general de la Shell, señaló que la razón de la demora fue la dificultad para obtener los materiales debido a la escasez producto de la Segunda Guerra Mundial. El edificio siguió un esquema beauxartiano de edificio cabecera que actuaba como remate visual de un eje claramente establecido, la avenida Vollmer, y era considerado “el edificio de oficinas más grande de la ciudad” (Fig. 6).
Otra empresa petrolera estadounidense que se ubicó en San Bernardino fue la Mene Grande Oil Company considerada la tercera en producción tras la Creole y la Shell. Durante muchos años sus oficinas estuvieron en el edificio Vulcania, hasta que se produjo la mudanza al Este, en 1966. En cambio, otra empresa, como la Compañía Consolidada de Petróleo, posteriormente denominada Sinclair Venezuelan Oil Company, optó por ocupar cinco plantas del recién construido Edificio Phelps (1946), obra del arquitecto estadounidense Clifford C. Wendehack, ubicado entre las esquinas de Veroes a Ibarras. De esta manera, la compañía mantuvo una ubicación central, pero en una edificación moderna.
En cuanto a los equipamientos y servicios, citamos la descripción de San Bernardino hecha por Plinio Mendoza Neira en 1951:
“Más que un barrio residencial es una ciudad, una gran ciudad moderna. Aquí hay 1.350 parcelas urbanizadas, 22 kilómetros de Avenidas, 20.320 metros cuadrados de parques, enormes edificios, magníficos hoteles, clínicas, almacenes, fuentes de soda, colegios, quintas de ágil arquitectura”.
Allí se establecieron los mejores hoteles de la época: el Waldorf (1944), Potomac (1949), Astor (1950), y Ávila (1942), que había sido el primero, una de las empresas promovidas por los Rockefeller en Caracas, obra de la firma estadounidense Harrison, Fouilhoux & Abramovitz. Resultaba elocuente que el hotel de los Rockefeller tuviera un nombre que aludía a Caracas mientras que la toponimia de los otros evocaba a los Estados Unidos. Pero la actividad hotelera giraba en torno a las corporaciones petroleras y, de hecho, el Hotel Ávila, representó, como señala González Casas, un momento crucial del cambio cosmopolita vivido en la Caracas de los cuarenta.
Por otro lado, en el Distrito se ubicaban numerosas clínicas, pero resultaría emblemática la construcción del Centro Médico (1947), obra de Stelling, Tani & Cía., con asesoría de Edgar D. Martin, de Chicago, clínica en la que, como señala Marisol Fuentes Niño, “la Creole Petroleum Corporation, la Shell Caribbean Petroleum Company y la Mene Grande Oil Company suscribieron acciones especiales”, lo que les brindaba “prioridad en los servicios médicos” para sus trabajadores. Y esta imbricada presencia de las tres petroleras incidió sobre la variación de la dinámica comercial así como en la riqueza de la vida urbana que se manifestaba en el lugar al final de los 40, tal como recalcaba Martínez:
“Un enjambre de pequeñas y medianas compañías, las que exploraban pero no producían, las que se dedicaban a la consultoría de ingeniería mecánica, las que ofrecían servicios de aerofotografía, las pequeñas oficinas de representación de equipos, válvulas, mechas, inyectoras de lodo, con casa principal en Maracaibo y sucursal caraqueña, estaban dispersas en los edificios de bajada hacia Puente República”.
Sin embargo, la suerte del “Distrito Petrolero” de La Candelaria-San Bernardino se sellaba simbólicamente en 1956 con el traspaso del Hotel Ávila a empresarios venezolanos. Y si ya en 1947, el señalado problema de insuficiencia de espacio del edificio de la Creole era motivo para mudar la compañía a otro sitio, pasarían ocho años antes de concretar la misma. En cuanto a la Shell, “la falta de adecuados estacionamientos para automóviles, imperdonable para un arquitecto norteamericano y un cliente petrolero”, como decía Rafael Valery, y las carencias del edificio obligaron a buscar otras sedes, como la Casa de Italia (1958), obra de Domenico Filippone, mezcla de usos de oficinas, comercio y actividades propias de un centro social de inmigrantes. Hasta que en 1960 se produjo la mudanza de la compañía al este de la ciudad.
Como colofón de la “clausura” del Distrito Petrolero, en 1954 la sede de la Creole se convirtió en la Seguridad Nacional, siendo saqueado e incendiado el edificio durante los sucesos del 23 de enero de 1958, y la sede de la Shell albergaría desde 1963 la Comandancia General de la Marina. Perversas mutaciones que se dieron a partir de lo “corporativo”, y que revelan terribles connotaciones asociadas al poder, la disciplina y/o el autoritarismo.
La frontera del sur: traspasar el río
El segundo Distrito Petrolero lo encontramos en el sector de ciudad ubicado al sur del Río Guaire, a lo largo de la franja que va desde Santa Mónica hasta Chuao. Dada la insuficiencia de la sede de la Plaza Mohedano, la Creole decidió construir un edificio que albergara todos sus departamentos. Es importante discernir las razones de esta ubicación, entre ellas el desarrollo promovido por el Estado venezolano en la zona por medio de la construcción de la Ciudad Universitaria, también el asentamiento paulatino de los intereses estadounidenses al sur del Río Guaire, una línea que podía muy bien actuar como separadora del resto de la ciudad, y en cuya materialización la Creole podría funcionar como punta de lanza.
Para el diseño del edificio se contrató a Lathrop Douglass, un arquitecto norteamericano con oficina en Nueva York. Douglass consideraba que gran parte de los rascacielos de oficinas mostraban tan sólo un dispositivo de diseño de fachadas llamativas, obviando “ese sine qua nondel edificio de oficinas: ser confortable, eficiente, flexible, estandarizado, con espacios de oficinas económicamente operativas”. En 1949, presentaba el proyecto que realizaba para Caracas como ejemplo de un diseño funcionalista de la nueva era del edificio de oficinas.
Inscrito en la tendencia que pensaba que el rascacielos norteamericano, que se originó en Chicago, era un producto de la era previa al automóvil y que de allí partía su significación como elemento de concentración del trabajo, centralidad y densidad urbana, adecuado para un momento en el que la ciudad requería de la saturación de espacios de trabajo para una mayor optimización económica. Douglass creía que esa significación tendría que cambiar y sufrir modificaciones sustanciales en una era dominada por el automóvil. En este sentido, podemos considerar su proyecto para el edificio Creole como un edificio-manifiesto que, entre otras cosas, pregonaba que el automóvil había hecho obsoleto al rascacielos y que el edificio de oficinas de la posguerra no tenía porque repetir los patrones previos. Lejos de ello, el Creole se planteaba como un edificio de oficinas de suburbio, económicamente eficiente y óptimo para la corporación a la que serviría de contenedor. Y su forma final surgía de consideraciones climáticas, un planificado esquema de oficinas privadas y anexos localizados en enormes áreas abiertas desarrolladas en forma paisajista, complemento del conjunto, flexibilidad espacial, circulación directa, y asunción de una condición periférica.
En 1953, y después de un largo retraso —achacado por el presidente de la compañía, Arthur F. Proudfit, igual que en el caso de la Shell, a dificultades para obtener materiales como el acero tras la Segunda Guerra Mundial—, comenzó a construirse el edificio. Pero las razones de esa demora hay que buscarlas más bien en el golpe de 1948 que desalojó del poder a Rómulo Gallegos. Durante el Trienio, las compañías petroleras, a pesar de sufrir reveses en cuanto a su porcentaje de ganancias, habían obtenido suficientes garantías de Rómulo Betancourt de que no habría nacionalización petrolera, requisito indispensable para cualquier proyecto en el país. Pero el panorama era incierto y la construcción de las sedes fue suspendida, a la espera de conocer las intenciones del nuevo gobierno. Sin embargo, en 1954 se concluyó el edificio Creole, que sería llamado “el gigante blanco del Sur”. No sólo el fantasma de la nacionalización se posponía indefinidamente, sino que la dictadura abría nuevamente las concesiones petroleras, lo que terminaba de consolidar a las corporaciones en sus aspiraciones de permanencia a largo plazo en el país.
En 1960 se produjo la mudanza de la Shell a un nuevo edificio de oficinas ubicado en Chuao. Del edificio, que resolvía los problemas de insuficiencia de espacio, obra de los arquitectos Diego Carbonell y Miguel Salvador, con José Lino Vaamonde, director de Arquitectura de la Shell, se destacaba la “sobriedad en las líneas, formas y colores en magnífica conjunción de armonía”. La imagen de un grupo de individuos anteriormente desperdigados y ahora reunidos bajo un mismo techo, una corporación que los “ampara”, será recurrente en el conjunto de representaciones asociadas a los edificios de las petroleras.
Así pues, se conformaba un Distrito Petrolero que había tenido como punto de partida la construcción de la urbanización Valle Arriba y del club de golf en 1942, un club pensado sobre todo en función de los empleados de la Creole y de la Shell, y que se convertiría en una exclusiva urbanización en la que se instalaría la primera casa del embajador estadounidense. En el desarrollo del Distrito influirían hechos como la construcción de la urbanización Las Mercedes, por VICA y Gustavo San Román, siguiendo el modelo de quintas aisladas y de edificios de apartamentos de pequeña escala que imitaban la imagen de quintas, y que sería el lugar de residencia de la mayoría de los cuadros principales de la compañía Creole, tal como puede ratificarse en las palabras de Miguel Salvador Cordón, quien señalaba que sus casas pareadas y edificios pequeños vascos eran alquilados por la Creole para sus empleados, y que más adelante incluso la petrolera le brindaría facilidades para construir sus proyectos, dándole “cinco años de rentas adelantadas”.
También sería relevante la promoción y desarrollo a partir de 1948 de la urbanización Santa Mónica (Fig. 7) por parte del coronel Sam R. Knight y sus socios de Norteamérica, tal como lo relata Laureano Vallenilla Lanz [Planchart] en Escrito de memoria (1967). El equipamiento del Distrito se aceleraría con la inauguración en 1950 de la tienda por departamentos Sears Roebuck Bello Monte, que significó un cambio sustancial en cuanto a la representación, presencia y actuación de lo comercial en Venezuela, así como con la aparición de uno de los primeros centros comerciales de Caracas, en Las Mercedes, inaugurado en 1955 y diseñado por Don Hatch, arquitecto que arribó al país en 1948, y que también diseñaría el edificio de oficinas NCR, en Bello Monte. Otra edificación construida en Las Mercedes sería el Hotel Tamanaco (1953), obra del ingeniero Gustavo Guinand y la firma estadounidense Holabird, Root & Burgee, que se convertiría en el principal hotel de Caracas (Fig. 8). Y a nivel asistencial, en 1960 surgiría la Policlínica Las Mercedes. Igualmente se instaló en la zona el Centro Venezolano Americano, y el Colegio Americano estuvo ubicado en Bello Monte. Las prácticas de los Boy Scouts tenían lugar en el terreno de lo que luego sería el edificio La Hacienda. En la urbanización Santa Mónica se inauguró en 1950 el primer autocine de Suramérica, con una capacidad de 250 automóviles y servicios de bar, fuente de soda y restaurante, lo que haría elocuente el circuito de ciudad automotora que caracterizaría a los Distritos Petroleros. Y no podemos obviar la aparición del que sería el primer restaurante chino en Caracas, El Palmar, cerca del edificio Creole, que seguía modelos adaptados al estilo y gusto de las corporaciones estadounidenses. Todas estas edificaciones y actividades, ubicadas al sur del Guaire, demostraban la presencia de un plan de ocupación territorial, y la intención de armar un circuito suburbano, de contacto limitado con el resto de la ciudad.
La conversión de los edificios Creole y Shell en universidades, luego de haber sido edificios emblemáticos de la nacionalización petrolera, Lagoven y Maraven, aparte de obviar los discursos sobre el funcionalismo óptimo, se suma al dilema ya señalado en relación con edificios petroleros convertidos en sedes policiales o militares (Fig. 9). Pero volviendo al segundo Distrito Petrolero, ya sea que visualicemos estos edificios como un enorme acorazado divisando la ciudad desde el otro lado del río o como una isla flotante en el mar de distribuidores y autopistas, las sedes petroleras marcaron las “banderas” que señalaban un territorio “otro” dentro de una ciudad en la que la modernización se convertía en una forma de separación y de asunción de conductas adquiridas y exhibidas en nuevos escenarios.
Al este del Edén
El edificio de oficinas es un ejercicio de optimización necesario para una ciudad administradora de recursos y pretende constituir un paradigma de ciudad moderna. En 1957, el arquitecto italiano Angelo De Sapio proyectó el Centro Petrolero de Caracas. Se trataba de un complejo que albergaría las oficinas de las empresas Atlantic, Mene Grande y Texas. La propuesta cumplía con axiomas fundamentales del programa moderno. Constaba de una presencia alterna de torres y de edificios horizontales, así como de paseos y fuentes, y tenía disponibilidad en cuanto a estacionamientos. El lugar escogido fue un terreno perteneciente a la antigua Estancia Tamanaco, en el sitio en el que hoy en día se encuentra el Centro Plaza, en el sector La Floresta-Los Palos Grandes. Al final sólo se construiría el edificio Atlantic, pero no por casualidad dicha ubicación correspondería a lo que hemos denominado el tercer Distrito Petrolero de Caracas. En el lugar fueron construidos los edificios de la Mobil (1959) y la nueva Embajada de los Estados Unidos (1959), obras de Don Hatch (Fig. 10). Igualmente, la Mene Grande construyó su nueva sede allí, en 1966, y la Texas se ubicó en varios edificios de la zona. Y, para ser consecuente con los otros distritos petroleros, a comienzos de los 70 se inauguró en la zona un equipamiento asistencial privado como la Clínica La Floresta.
Figura 10. Núcleos de centralidad que definen radios de actuación. Proyecto Edificio de la Embajada de los Estados Unidos, Puerto Príncipe, 1956. Donald E. Hatch / Distrito Petrolero La Floresta-Los Palos Grandes, en primer plano antiguo Edificio Socony-Mobil, actual Colegio Universitario de Caracas, y antigua Embajada Estados Unidos, actual Ministerio de Turismo, Caracas, ambos de 1959 y de Donald E. Hatch
El edificio de la Venezuelan Atlantic Refining Company mostraba una impronta formal dominada por la levedad expresada por medio de una estructura de pilares centrales que soportaba losas en voladizo. La unívoca fila de columnas que sostenía el complejo artefacto estructural se constituyó en una hazaña sin precedentes. El cuerpo prismático y la fachada de vidrio, sostenidos con extrema ligereza por las vigas del “árbol” estructural, nos sumergían en ese momento en que una sociedad, secularmente reaccionaria, fue confrontada desde lo espectacular y lo novedoso.
Consideración final
El diseño, conceptualización y construcción de los edificios sede de las compañías petroleras en Caracas mostró un proceso de transferencia y modernización traducido en las transitorias comunidades de propósitos que, durante las décadas de los 40 y los 50, hicieron de cada multinacional algo más que una “invisible” y “soterrada” presencia, deviniendo en un conjunto de individuos direccionados, una “corporación”, cuya máxima expresión en el territorio fueron las nuevas piezas insertas en él. La productividad técnica asociada a dichas arquitecturas se tradujo en la irrupción de Distritos Petroleros, en los que se generó un “imaginario de modernidad” distanciado de otros sectores de la ciudad. La continuidad de dichos Distritos fue cuestionada por la nacionalización petrolera y, de hecho, PDVSA, la principal empresa del país, si bien intentó construir en los 90 una sede adecuada a su significativa presencia, terminó acoplándose a un edificio petrolero previo, en la avenida Libertador, sin generar articulaciones y desarrollos que pudieran hacernos pensar en un nuevo Distrito Petrolero.
Pero esto no se hizo desde una revisión crítica del término, lo que hubiera sido necesario dado el cuestionamiento de varios de los presupuestos que sostenían la estructura de dichos Distritos, como la noción de suburbio, cuya idea de dispersión urbana ha sido puesta en jaque, así como la de exclusión, noción que generó falacias alrededor de una “edad dorada” de la arquitectura en el país en los años 50, suscitada bajo un gobierno militar, lo que llevó a no reparar en la época en que se produjo el mayor nivel de progreso y construcción democrática de Venezuela, a partir de los 60, momento en el que la ciudad de Caracas se hizo particularmente efectiva para intentar trocar la modernidad en fenómeno permanente.
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Fuentes de las imágenes
Figura 1: Archivos Nacionales y de Administración Estados Unidos / Autor desconocido ©ArchivoFotografíaUrbana
Figura 2: Ubicable en http://www.craglobalaff.org / Edificio Creole. Caracas: Sección de Publicaciones Departamento de Relaciones Públicas de la Creole Petroleum Corporation, 1955
Figura 3: Sociedad Histórica de Tulsa / Alfred Brandler ©ArchivoFotografíaUrbana.
Figura 4: Ubicable en: http://unavidamoderna.tumblr.com / Plinio Mendoza Neira, ed. Así es Caracas. Caracas: El Mes Financiero y Económico de Venezuela, 1951
Figura 5: Ubicable en http://rioquenaovivi.blogspot.com / Alfredo Cortina ©ArchivoFotografíaUrbana. Caracas: El Mes Financiero y Económico de Venezuela, 1951
Figura 6: Biblioteca del Congreso Estados Unidos / Colección Mendoza & Mendoza ©ArchivoFotografíaUrbana
Figura 7: Red Wing Aerial Photography / Nicola Rocco. Caracas Cenital ©ArchivoFotografíaUrbana
Figura 8: Ubicable en: https://paradiseleased.wordpress.com / Postal Colección de Odalys Sánchez
Figura 9: Foto: Karen Kingsley, 2003 / Foto: Liliana Amundaraín Pernía, 2009, para Proyecto de investigación “Distritos Petroleros en Caracas”, coord. Henry Vicente
Figura 10: Architectural Record junio 1956 / Ubicable en: https://www.delcampe.net
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