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Faitha Nahmens Larrazábal
Zona industrial equivale a decir que no hay un bluyín asoleándose en ningún tendedero, porque los frontispicios, más herméticos que de costumbre, desdeñan los balcones —puras fachadas ciegas—, y hasta los ventanales. Tampoco hay una planta baja amable en los edificios amurallados hasta los topes, y los locales comerciales al ras del suelo no titilan con anuncios de neón: la noche aquí es aún más oscura. Contra todo pronóstico, sin embargo, en Los Cortijos la calle no está sola, ni de día, cuando los trabajadores, transportistas y caminantes en riadas deambulan no solo por la acera —son tantos que necesitan tomar parte de la vía pública—, ni de noche, cuando es costumbre ver, sobre todo los viernes pasadas las 6, a la gente repletando la calzada, compartiendo distendida, haciendo ciudad; sí, habitar el espacio común es un ejercicio de ciudadanía.
Esta circunstancia, para algunos, audacia, inspiró a las arquitectos de Incursiones a participar en el concurso de ideas para el espacio público convocado por ese movimiento urbano de reflexión, recorridos sabatinos, valoración arquitectónica, reconocimiento patrimonial, catalogación y distinción de edificaciones con placas que devienen emblemas, y entrenamiento de la mirada que es CCScity450. El proyecto, vale decir, resultó estar entre los tres ganadores de entre los más de 70 que concursaron. “Se podían hacer dos propuestas”, confirma Josymar “y también quedó seleccionada la otra propuesta que presentamos para la avenida Urdaneta”. Felicitaciones.
La propuesta de Los Cortijos que suscriben Oriana Álvarez, Oriana Coello, Elisa Rendo, María Valentina González y Josymar Rodríguez, cinco jóvenes egresadas de la Simón y la Central asociadas en la firma, ojos que observan despabilados la ciudad sin trucos de rimmel, consiste en construir en la rambla central de la Tercera Transversal de Los Cortijos —90 metros de largo por casi dos de ancho—, un mesón de concreto al que puedan acercarse los trabajadores del sector a conversar y compartir y, por supuesto, cada mediodía, almorzar; las patas del mesón serían más bien, matas: maceteros, guinda verde.
Sería un mesón de diferentes alturas, en algunas partes curvo, y per sé seductor. Nada convoca más que una mesa y ¿quién no preferiría comer en el intervalo laboral en la opción de luz natural, fuera del taller pringoso o el escritorio de la oficina? ¿En todas las empresas hay comedores para los trabajadores?
La ocurrencia de vitalidad que organizaría la afluencia espontánea que se da cita en los alrededores, considera, asimismo, convertir el tanque de agua de una fábrica adyacente que se asoma suspendido por encima de la tapia, a una distancia estratégica del suelo —previa negociación— en una especie de faro desde el cual se alumbraría la zona. Y mientras, incluye un “Arturito” lumínico que, sobre sus ruedas, encendería la luz y acaso musicalizaría. “Se trata de intervenciones puntuales y muy específicas que humanizarían la avenida y otorgarían gracia al desprolijo sector”, toma la palabra Coello. “Los Cortijos es un sector muy particular de Caracas, sobrepoblado y desasistido, no abundan los eventos culturales o vecinales”, ataja Álvarez.
Fue esta la zona visitada este sábado por la manada urbana de CCScity450, esta apelación ciudadana que lidera Fundación Espacio, la sociedad de arquitectura que encabezan los profesores de la Simón Aliz Mena y Franco Micucci, y a cuya devoción creativa se suma la también arquitecto María Isabel Peña, profesora de la Central y quien presidiera el Instituto de Urbanismo. La jornada vespertina, a cielo abierto, involucró a los caracadictos participantes en acciones civiles ejecutadas en alianza con Peatones Activos, como la pintura de un rayado aledaño sobre la avenida principal que concita a la ampliación de la acera a favor del viandante, y sobre todo, a favor del que va en silla de ruedas, “rey de la peatonalidad”, como diría la Ciudadana Ana Cecilia Pereira Berti: “Este rayado, esta larga cebra, define nuestra zona en reclamación”.
En la misma avenida también tuvo lugar, pico y pala mediante, la extracción de un montículo de cemento que como enorme verruga urbana sobresalía unos 40 centímetros de la acera y dificultaba el trajinar ¡desde hace diez años! Meteorito de un metro cuadrado, que fue dejado o fue dejadez, quedó separado, por fin, gracias al denodado afán del per sé activista democrático Cheo Carvajal. Bravo.
Día de cierre —por este año— del calendario de actividades caraqueñas que celebran el aniversario de la ciudad, CCScity450 la agenda derivó en música y poesía, en la sede del diario El Nacional, identificado también con una placa que reconoce el trabajo de los arquitectos Badgeley y Bradbury, autores de la obra que comenzó en 1949 y quedó lista para ser estrenada por la empresa Mavesa —sus dueños originales— en 1951. Bajo el techo visera que alza vuelo para recibir al visitante, y sobre los jardines del periódico venezolano, no menos patrimonial, tuvo lugar un concierto que inició la Banda Marcial del Municipio Sucre que, bajo la dirección de Albert Hernández, interpretó pasodobles y merengues caraqueños. Luego el escritor y actor de teatro José Tomás Angola recitó poesía Beet, textos de Robert Lowell, autor que estuvo en Caracas en 1967, el año del terremoto, y quien le dedicara versos a la ciudad modernista, y de Gregory Corso. “Somos espíritus humanizados”. La gente regresó a la estación del Metro más cercana, la de Los Cortijos, luego de reconocerse habitante de una ciudad que está, que espera, que persiste. Que es nuestro compromiso.
Fecha del recorrido: 16/12/2017
Longitud del recorrido: 3,2 km.
Número de Participantes: 102 personas
Guía: Lic. Cheo Carvajal – Ciudad Laboratorio
Placa de reconocimiento:
La zona industrial de Los Cortijos, se desarrolla en un parcelamiento ubicado al Este de la ciudad, entre la Avenida Francisco de Miranda y la autopista Francisco Fajardo, contigua a la Avenida Principal de Los Ruices hacia el Oeste y la quebrada Tócome al Este. Se desarrolla en un emplazamiento donde haciendas de caña de azúcar, tabaco y caballerizas, dieron paso a espacios recreativos como el Club Los Cortijos.
Su inminente transformación inicia con la presencia de la planta de ensamblaje de vehículos Chrysler a mediados del Siglo XX; en el mismo terreno donde posteriormente se construye la Planta Mavesa (hoy en día Edificio Editora El Nacional); y que consolida el crecimiento vertiginoso y la expansión de la ciudad así como su parque industrial y vehicular.